El pequeño David salió del colegio y se dirigió a su casa atravesando el parque. De pronto, entre unos rosales, escuchó un ruido. Lleno de curiosidad, fue a ver lo que producía aquel sonido. Cuando se acercó, calló por un agujero que conducía a una cueva. David se levantó y vio a una monstruosa criatura que se lanzaba sobre él. Cuando estaba a punto de darle alcance, de la pequeña medalla que llevaba David, en la que se indicaba su alergia a la penicilina, salió un rayo que aniquiló al horrible ser.
En ese instante, David escuchó una voz muy familiar, era la voz de su madre, despertándolo para ir al colegio y recordándole que se pusiera la medalla. David sonrió y se la colgó al cuello.
Diego Escudero
martes, 14 de octubre de 2008
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6 comentarios:
Seguramente, sólo a quienes no han visto nunca un gnomo no les arrancará una sonrisa (por leve que sea) este relato.
Yo nunca tuve una medalla así cuando era una niña, pero sí un pequeño elefante que me salvaba de mostruos de malos sueños y pesadillas.
¡Gracias! Por el adjetivo que me regalas en mi blog y por escribir textos como este (que muy poca gente está dispuesta ya a escribir)
Un saludo!
Hmmmm... lo siento, pero tenía que decirlo: ¿existe parentesco entre Diego Escudero y Pedro Escudero (lo he visto entre tus links y, además, imagino que habrás venido a parar a mi blog desde ahí...)? :P
Si, somos hermanos
Me encanta el mundo mágico de los duendes.
Un abrazo
Yeli
Me gusta, me guasta mucho!!!
Yo no sé vivir sin mis duendecitos.
Saludos.
Lo que son los niños.....
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