Hubo un lugar, en el que habitó una bruja cruel y malvada, que tras su paso sólo dejaba fuego y cenizas, por lo que se la conocía como La Dama Ardiente.
Todas las brujas tenían la necesidad de causar dolor, incluso si ello las llevaba ha hacer cosas tan arriesgadas par su vida, como enfrentarse a recios soldados con voluntad férrea.
Con el paso del tiempo, La Dama Ardiente empezó a sentir remordimientos de lo que hacía, pero a pesar de ello, no podía resistir la necesidad de hacer el mal, y cada noche, salía sobre su escoba mágica en busca de nuevas víctimas.
Una noche, decidió atacar la casa de un soldado, que había dado muerte a muchas brujas y defendía del mal aquel territorio. Tras un duro enfrentamiento, La Dama Ardiente acabó con el soldado, pero ella terminó gravemente herida.
Herida de muerte, la bruja, paso sus últimos momentos satisfecha por haber causado un gran mal al matar a aquel hombre, y por haber causado un gran bien entregando su vida a la espada del soldado.
Diego Escudero
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